Si has tenido una buena experiencia de parto, cuéntala: a tus amigas, a tus sobrinas, a las hijas de tus amigas, a tus hermanas y sobretodo a tus hijas: crecer creyendo y confiando en su cuerpo, será un regalo.
Si has tenido una experiencia mala, sánala. Sanar una vivencia tan profunda no es cosa de unas sesiones de terapia, necesita tiempo y energía: entender, resignificar, llorar, aceptar, enfadarse, aprender.
Pero por favor, no transformes tu mala experiencia en sembrar miedo a quienes te rodean, desconfianza en nuestros cuerpos o la aceptación como mandato.
Lo que te ocurrió no es tu culpa, pero sanarlo, es tu responsabilidad.
Ximena
Nacer